Política

«Con la plata que les robaba a los empleados Bussi me mandaba a pagarle a infinidad de mujeres que le cobraban por tener sexo con él»

Gravísimas denuncias salieron a la luz en contra del concejal Ricardo Bussi y el legislador Eduardo Verón Guerra. La denunciante es una ex edil de San Miguel de Tucumán, entre 2019 y 2023, que perteneció a Fuerza Republicana y cuya conciencia no pudo más. Su nombre es Liliana del Valle Leiva y se anima a contar todo lo que tuvo que hacer mientras trabajaba para Bussi.

Malversación de fondos públicos. Prostitución. Acoso laboral, emocional y verbal. Delitos y situaciones que después de años sumieron a Leiva en una profunda depresión, que la condujo a querer quitarse la vida hace pocos meses.
La denuncia contra Ricardo Bussi también habla de otras tareas que debía cumplir Leiva, directamente relacionadas a la vida privada de su entonces jefe político. La contratación de mujeres con fines sexuales, que en algunos casos terminaba con extorsiones que debían ser resueltas por ella, con dinero que Bussi le entregaba para tal fin.
“Ricardo por redes recibía mensajes de mujeres. Le cobran para estar con él. Había mujeres que tenían cargos porque eran amantes. Después estaban las otras mujeres que eran una sola vez y siempre terminaba pidiéndome que les lleve plata a las que no quedaban conformes con el pago por un encuentro. Me daban un teléfono para que coincida con ellas y concretara los pagos. Mientras fui concejal siguió dándome esa tarea”, relata Leiva y al ser consultada por la cantidad de veces que tuvo que resolver ese tipo de situaciones, responde: “Es imposible dar un número”. E insiste: “Me mandó Ricardo un montón de veces a pagarle a sus chicas”.

Liliana aclara que se encuentra medicada y que hace unas horas recibió el alta psiquiátrica, lo cual no le impide recordar con claridad todo lo que denuncia. “Estoy súper consciente de todo lo que digo”, asegura, en diálogo con eltucumano.com.

Leiva acusa a Bussi y a Verón Guerra, entre otras cosas, de quedarse con gran parte del dinero de la gente que podían contratar con el presupuesto otorgado en el Concejo Deliberante y en la Legislatura. Para probar que lo que dice es cierto, no teme inculparse: “Yo denuncié todo a pesar de estar involucrada, yo lo hacía, yo retenía las tarjetas y sacaba el dinero. Yo fui cómplice; mi conciencia no podía más”.

“Las tarjetas de débito las retenían en mi oficina cuando fui concejal. Ahora se siguen manejando de la misma manera”, asegura Leiva sobre una práctica que le terminó lesionando la salud mental. “Hoy yo ya no estoy por cosas que dije que no, porque mi salud mental no me lo permitía; me intenté suicidar hace tres meses”, confiesa.

“Mi propósito no es económico”, aclara Leiva, aunque admite que su estado financiero actual no es lo que hubiera esperado, contrario a la creencia popular de que todo aquel que pasa por la política sale bien parado. “Ricardo me prometió que si yo hacía todo lo que tenía que hacer yo iba a tener una casa”, grafica en este sentido y señala contar con un auto nuevo gracias a la ayuda de Bussi, a quien hace años atrás veía como un padre.

Liliana Leiva arrancó trabajando para Fuerza Republicana en 2009. Empezó repartiendo votos en las calles, en los barrios de la capital. Con el tiempo su figura se hizo conocida y su desempeño le valió la atención del máximo referente del partido fundado por Antonio Domingo Bussi. Le ofreció hacerse cargo de un sector de capital, sin paga, y así siguió avanzando hasta que llegó la mejor oferta que recibió en su corta carrera política: ser candidata a concejal.

“Empecé trabajando repartiendo votos para Fuerza Republicana en 2009. No tenía trabajo y me contacté con ellos. Me pagaban dos pesos por caminar repartiendo votos. Después me dieron un sector. En 2013 enfermo de cáncer y Viña me da trabajo. Después Bussi me invitó a su oficina a trabajar con él. Vengo desde abajo y cuando me tocó ser concejal la poca plata que pude manejar se la daba a la gente”, recuerda.

“Ricardo por redes recibía mensajes de mujeres. Le cobran para estar con él. Había mujeres que tenían cargos porque eran amantes. Después estaban las otras mujeres que eran una sola vez y siempre terminaba pidiéndome que les lleve plata a las que no quedaban conformes con el pago por un encuentro. Me daban un teléfono para que coincida con ellas y concretara los pagos. Mientras fui concejal siguió dándome esa tarea”, relata Leiva y al ser consultada por la cantidad de veces que tuvo que resolver ese tipo de situaciones, responde: “Es imposible dar un número”. E insiste: “Me mandó Ricardo un montón de veces a pagarle a sus chicas”.

Sobre el legislador Eduardo Verón Guerra, Leiva asegura que “es un lobo con piel de cordero”. Al legislador lo denuncia por acoso laboral, emocional y verbal. “Es una persona que me llegó a decir ‘negra de mierda’. Eduardo me vio como una negrita que podía traicionarlo a Ricardo. Yo tuve ofrecimientos de Alfaro cuando fui concejal, yo jamás lo hubiera traicionado a Ricardo, me llegaron mensajes acusándome de traidora”.
Bussi, Verón Guerra y Leiva.

Leiva cuenta, además, dos situaciones que vivió ella y su hija en las últimas 24 horas, antes de realizar la denuncia en la Comisaría V de San Miguel de Tucumán. “Mi hija estaba subiendo al departamento, la paró un tipo, la llamó por su nombre y le dio un papel para mí. No decía nada en el papel. Después recibí la llamada de alguien desconocido con la voz distorsionada y me dijo que no me atreva a denunciar: ‘no sigas jodiendo, vos no sabés a quién estás por enfrentar’, decía. Me da miedo no por mí, sino por lo que conozco; conviví al lado de ellos”, relata.

Hoy el primer objetivo de la denunciante es volver a su trabajo en la Legislatura, donde es planta permanente. Sin embargo, denuncia que el legislador bussista no se lo permite. También quiere que cesen las incontables amenazas que recibe a su teléfono, muchas de ellas tildándola de traidora. “Quiero que me dejen en paz. Quiero que no me quiten mi sueldo, que me dejen ir a mi trabajo. Estaba de licencia, yo podría vivir de licencia sin que nadie se dé cuenta, pero a mí no me hace bien no trabajar; trabajo desde que tengo 17 años”, cuenta.

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