“Cristina le avisa a Alberto que viene una tormenta y ella no es responsable”
La responsabilidad de Cristina Kirchner fue "poner al Presidente en el lugar que está", pero la responsabilidad de Alberto Fernández es gobernar, dice Andrés Malamud, a pocos días de la carta publicada por la vicepresidenta. Ese texto, sostiene el politólogo, debe ser leído como una advertencia: "A Fernández, a su tropa, al país y al mundo. Lo que viene es tormenta, la manera de evitarlo es con un gran pacto nacional y el que tiene que hacerlo es el Presidente", sostiene desde Portugal, donde vive desde hace varios años.
Activo participante del debate público, el politólogo radical sostiene que la Argentina atraviesa un momento «pre-anómico», con un incumplimiento de las leyes que se da en distintos niveles a lo largo de toda la Argentina.
Coincide con la vicepresidenta en que el bimonetarismo es un problema, pero no es «la madre de todos los problemas», como lo prueban las experiencias de otros países que no manejan su moneda. «El problema de Argentina es que tiene bimonetarismo y no tiene reservas ni crédito. Entonces, económicamente, es un conjunto de tres problemas. El bimonetarismo es una pata del trípode», explica.
Con respecto a la reaparición pública de Mauricio Macri, Malamud cree que el título del libro que publicará el año próximo, Primer Tiempo, lo explica claramente. «Si en 2023 Juntos por el Cambio vuelve al poder, la experiencia 2015-2019 habrá sido una preparación. Si no vuelve al poder, habrá sido un fracaso. Macri necesita que su espacio vuelva al poder en 2023 para reivindicar su gestión. Si Cambiemos gana en 2023, 2015-2019 fueron los cimientos de la casa que va a seguir construyendo. Si no vuelve en 2023, habrá sido una experiencia fallida, un paréntesis dentro del peronismo».
-¿Cómo describiría el actual momento de la Argentina?
-Pre-anómico. ¿Qué es anomia? Anomia es falta de leyes. Carlos Nino, gran jurista argentino, asesor de Alfonsín, hablaba de esto en las décadas del 80 y del 90. De hecho, tiene un libro que se llama Argentina, un país al margen de la ley, y lo que él describe son justamente los comportamientos que no están reglados o que incumplen la norma. En la Argentina estamos en una situación en la cual la ley es optativa. Y no es optativa solamente para los ciudadanos; es optativa para los gobiernos. Prácticamente todas las decisiones que se vienen tomando a partir de la pandemia son tácticamente contrarias a la normativa establecida, pero hubo hasta ahora aceptación popular. No es autoritarismo, es anomia. Un incumplimiento de la ley no significa necesariamente que se atribuye supremacía sobre otro. La anomia, en el fondo, es una sensación compartida.
-¿A qué le atribuye esta pre-anomia y cuáles son las principales leyes que usted cree que se incumplieron en este tiempo?
-El derecho a la circulación, por supuesto. Pero quiero ser claro: no estoy acusando al Gobierno de autoritarismo, porque lo mismo se viene haciendo también en muchos países de Occidente y no son acusados necesariamente de anomia ni de autoritarismo. A veces sí porque esto se da en todos lados: si vos mirás donde hay grieta -Brasil, Estados Unidos, España- siempre vas a encontrar que los gobiernos son acusados de asesinos o de autoritarios, de no impedir que avance el coronavirus o de impedirlo a costa de la libertad de los ciudadanos. Hay países más pacíficos, países no agrietados, Uruguay y Portugal, por ejemplo, pero donde hay grieta y hay acusaciones de acción u omisión hacia los gobiernos. Como la Argentina es un país federal, uno ve es que el incumplimiento de las normas se da a todos los niveles. Hay provincias que cierran la frontera y no dejan entrar ni siquiera a sus comprovincianos y hay municipios que terraplenan los bordes y no dejan entrar a los del municipio de al lado si tiene más casos de infecciones. Pasa a lo largo de todo el país. Así que, de nuevo, no es el gobierno nacional, es la Argentina.
-En este contexto, ¿qué lectura hace de la carta de Cristina Kirchner?
-Es un empoderamiento y un distanciamiento al mismo tiempo. Lo empodera al Presidente diciendo que él es el que tiene el poder y se distancia diciendo que él es el que tiene el poder.
-¿Lo empodera al mismo tiempo que se desresponsabiliza?
-Exactamente. Su responsabilidad fue ponerlo donde está. Gobernar es responsabilidad de él. Por si no se hubiera dado cuenta, le dice lo que tiene que hacer: un acuerdo con «los malos», con los empresarios, con Clarín. Critica a los poderes establecidos y después dice que es necesario un acuerdo con los poderes establecidos: sindicales, empresarios y mediáticos. Pero no va a ser ella la que haga el acuerdo. Lo puso a él para hacerlo.
-¿Se desresponsabiliza también del hecho de haberlo elegido a Alberto Fernández para encabezar el Gobierno con votos que fueron de ella?
-Ahí me parece que se responsabiliza. Ella se hace cargo de haberlo puesto, pero no de lo que haga una vez que ella lo puso.
-¿Cree que el diagnóstico que hace la vicepresidenta es correcto y el bimonetarismo de la Argentina es la madre de los problemas?
-No, pero creo que es uno de los problemas. ¿Por qué no creo que sea la madre de los problemas? Hay países que no manejan su moneda y no tienen los problemas que tiene la Argentina. Panamá, por ejemplo, o Portugal, que forma parte de una moneda gobernada por 19 países y Portugal no es el que decide. Así que carecer de moneda no es necesariamente malo si hay una estructura productiva y reservas. El problema de Argentina es que tiene bimonetarismo y no tiene reservas ni crédito. Entonces, económicamente, es un conjunto de tres problemas. El bimonetarismo es una pata del trípode.
-¿Cree que ella ve venir una tormenta, un tsunami?
-Sin ninguna duda.
-¿Y la carta puede ser leída como una advertencia, como un ultimátum a Fernández y a su equipo?
-Sí, como una advertencia, no como un ultimátum. Es una advertencia a Fernández, es una advertencia a su tropa, es una advertencia al país, y si estuviera pensando en eso, también es una advertencia al mundo. Ella está diciendo qué es lo que viene y cómo evitarlo, y está diciendo que ella no es responsable. Lo que viene es tormenta, la manera de evitarlo es con un gran pacto nacional y el que tiene que hacerlo es el Presidente. Es clarísimo. La carta para mí no tiene casi ninguna ambivalencia.
-¿Por qué incluye, dentro de ese gran acuerdo nacional, a los medios de comunicación?
-Esa es la paranoia de ella, que considera que los medios son tan importantes como el capital y el trabajo. En el resto del mundo es capital, trabajo y Estado. Ella cree que en la Argentina los medios son por lo menos tan importantes como el capital, el trabajo y el Estado, sino más.
-Se cumplieron 10 años del fallecimiento de Kirchner. ¿Qué es lo que hay del legado de Néstor Kirchner en el gobierno de Alberto Fernández, en el que según Cristina hay de «funcionarios que no funcionan»?
-No hay gestión ni gesta en este gobierno. Esos son dos problemas. Hay gente kirchnerista, albertista, que legítimamente pensaba que Cristina, cuando lo elige a Alberto, estaba pensando en el gobierno y no en la elección, que Alberto era el que podía encargarse de generar un acuerdo que ella no podría liderar. No estoy seguro. Y en todo caso, si ese fue su cálculo, con esta carta ella acepta que quizá se equivocó. Fue un acuerdo muy útil para juntar sectores que le permitieran ganar la elección. Los que pensaban que Alberto era un buen gestor porque estaba en la burocracia estatal desde la década del 80 se deben estar decepcionando. Una de las mejores descripciones que escuché de este gobierno por parte de un amigo es que es un gobierno del Frepaso con las cajas intervenidas por La Cámpora.
-Algunos, apelando al humor, lo describen como un gobierno radical.
-No tengas dudas de que así es como lo insultan desde adentro. Ese es el fuego amigo, lo que le dicen: «Parecés radical». Todavía le endilgan su admiración por Alfonsín. ¿Cuál es la diferencia con Alfonsín? Primero, Alfonsín tenía gesta, Alberto no. Alberto siempre fue un gran segundo. De Alfonsín nunca se esperó una gran gestión. Alguna vez Casella lo definió como un gran estadista y un mediocre administrador. Y Alberto nunca prometió ser estadista, pero muchos pensamos que sería un eficaz administrador y nos equivocamos. Está formado en un Estado que ya no existe. Si sigue gestionando en 2020 un Estado como en la década del 80 o el 90, da lo que da. Es lo que estamos viendo.
-Cristina dice «el Presidente es el Presidente», es el que tiene los atributos del mando» y, al mismo tiempo, el Presidente no hace pie. Entonces, hay un vacío de poder que podría ser extremadamente peligroso.
-Sí. Y en estos días está en disputa si va a ganar la ley o va a ganar la anomia. Y la disputa está en las tomas. Hubo una declaración del ministro de Seguridad de Santa Fe, de que los iba a cagar a tiros a todos. Después explica que los tiros son desde el Estado y, por lo tanto, legales. Pero más allá de eso, mientras tanto, la provincia de Buenos Aires tomaba otra estrategia, que era la de sobornar, la de pagar para que se vayan. Sin embargo, finalmente, adoptó la implementación por la vía coactiva y los corrió de Guernica. Lo que estamos viendo es que la disputa entre la ley y la anomia parece resolverse a favor de la ley. Si funciona. Porque donde haya exceso de violencia, violencia institucional, excesos o muertos, la sociedad civil se va a rebelar. Esto es algo que Néstor tenía muy consciente y enfrentó con mucho cuidado. Él sabía que había que reconstruir la autoridad del Estado, pero que la sociedad no tiene mucha paciencia para el exceso de autoridad, y por lo tanto, la represión está prácticamente fuera del menú. Hoy el gobierno bonaerense está tratando de demostrar que un poquito puede tenerla en el menú, pero donde se les vaya la mano se deslegitima la aplicación de la ley por medio del monopolio de la fuerza.
-Cristina dijo en su carta «Argentina es el extraño lugar donde mueren todas las teorías». ¿A qué le remite esta frase?
-Me encanta la frase, es muy ingeniosa. Yo creo que en realidad teníamos malas teorías. Si uno mira la producción de la ciencia política y de la economía, por lo menos de la década del 60 y del 70, hay un concepto clave que es el empate. Te podés encontrar con un empate social o empate hegemónico. El empate genera una situación en la que hay dos actores donde cada uno puede bloquear al otro pero ninguno puede imponer su propio proyecto.
-Porque se anulan mutuamente.
-Exactamente. Los dos consiguen evitar que el otro se imponga, pero ninguno consigue imponerse. Dice Cristina que fallan las teorías porque las teorías insisten en que uno de los dos puede ganar. En realidad, la teoría del empate indica que no gana ninguno. Hace años vengo insistiendo que la salida es el acuerdo, que si nadie puede ganar, no hay que seguir jugando, es como en el ta-te-ti. El problema del acuerdo es el siguiente: un acuerdo significa que nos sentamos a la mesa para aceptar concesiones mutuas. Perder los dos en el corto plazo para ganar los dos en el largo plazo. Como en la Argentina el largo plazo no llega nunca, seguimos empatando al infinitum. Pero, de nuevo, las teorías que fracasan son las que piensan que alguien se puede imponer. La teoría del empate no fracasa, nos describe.
-¿Cómo ve la reaparición de Macri?
-Creo que el título de su libro lo explica todo: Primer Tiempo. ¿Por qué? Si en 2023 Juntos por el Cambio o como se llame vuelve al poder, la experiencia 2015-2019 habrá sido una preparación. Si no vuelve al poder, habrá sido un fracaso. Macri necesita que su partido, que su espacio, vuelva al poder en 2023 para reivindicar su gestión.
-¿Usted imagina que él vuelve como candidato?
-No necesariamente. Creo que si él tuviera condiciones de gobernabilidad querría volver como presidente. Pero si no se las garantizan, no le importa. Porque además, si gana otro y le va mal, ya no es culpa de él. Si gana otro, torna un éxito la experiencia 2015-2019. El solo hecho de que gane Cambiemos o Juntos por el Cambio en 2023 torna la experiencia anterior un éxito.
-Porque además habrá asegurado una sucesión y nuevos liderazgos dentro del espacio.
-Y porque el fracaso quedará contextualizado dentro de un fracaso mayor, que es el del peronismo. Así que, en el fondo, fue sentar las bases para el despegue. Si Cambiemos gana en 2023, 2015-2019 fueron los cimientos de la casa que va a seguir construyendo. Si no vuelve en 2023, habrá sido una experiencia fallida, un paréntesis dentro del peronismo. Lo está haciendo para reivindicar su presidencia. Lo que él está haciendo es estratégico para reivindicar su experiencia, su gestión, no para abrirle camino al otro. Por supuesto que le sirve abrirle el camino a otro: que gane cualquiera de su espacio reivindica su presidencia. Pero no lo está haciendo por generosidad. En última instancia su objetivo es ese: que el primer tiempo se constituya en la plataforma a partir de la cual llega el segundo tiempo.
-¿Cómo lo ve al radicalismo, que tienen hoy varios liderazgos?
-El radicalismo tiene capilaridad federal, como el peronismo: está distribuido por todo el territorio. Pero la diferencia con el peronismo es que no tiene garantizado el conurbano. Entonces, cualquier líder peronista de la periferia, La Rioja o Santa Cruz, tiene garantizado el conurbano. Cualquier líder radical tiene que seducirlo, y para seducir al conurbano hace falta comunicación de masas: acceso a los medios y ser telegénico. Por eso el radicalismo solamente es liderado desde el Área Metropolitana por alguien de una de las dos Buenos Aires. Por eso los grandes líderes radicales del Interior no consiguen liderar el partido nacional. Y por eso los dos líderes potenciales del radicalismo son Martín Lousteau y Facundo Manes.
-Por último, la carta pública de Cristina Fernández deja al Presidente en una encrucijada: si hace lo que ella pide le dirán que es un «Presidente títere» y que gobierna ella. Si no lo hace, se expone al fuego amigo y a los conflictos dentro de su propia coalición. ¿Entonces?
-Cristina habilita o veta, pero no gobierna. El presidente puede argumentar que el acuerdo económico social siempre estuvo en su programa. A esta altura, nadie espera que Fernández se independice, sino que aproveche su autonomía delegada para hacer lo que ella no puede: la paz. /La Nación