Salta

SALTA, ESCÁNDALO NACIONAL. CONCEJAL MANEJA BORRACHA

El escándalo de una concejal/a electa, en aparente estado de ebriedad y montada sobre un sujeto violando reglas de tránsito y decoro, coloca a la provincia en las noticias nacionales.

SALTA-POR ERNESTO BISCEGLIA.- Entre las varias acepciones que ofrece el término “miserable”, una de ellas predica “El que se comporta con vileza o mala intención”. No creemos que la Dra. Soledad Gramajo haya actuado con mala intención, nadie es tan estúpido para ser malo consigo mismo, pero si con vileza atendiendo al significado del término que indica como tal a “un pobre ser descalabrado por el peso de un cargo que alcanzó, según confesión propia».

Evidentemente, hay quienes el llegar a un cargo les nubla el entendimiento y asumen que el resto de los ciudadanos revistan como súbditos suyos, cuando en realidad al momento de la elección se convierten en empleados de los vecinos.

María Soledad Gramajo Salomón.
María Soledad Gramajo Salomón.

El Dr. Félix Luna solía preguntarse “¿Qué tiene de especial Salta que desde el origen de la historia argentina le ha dado a la política hombres destacados?” y agregaba: “Alguien tendría que estudiar ese fenómeno”.

Claro, Luna se refería a líderes, gobernadores, vicepresidentes, presidentes incluso, legisladores notables, artistas, legendarios personajes, etc. Lejos estaba de ver que Salta en los últimos decenios le dio al país protagonismo periodístico a través de corruptos, fallidos, lunáticos amarillos, estultos, degenerados que yacen con menores y toda una caterva de individuos e “individuas” (¿así se dice ahora?), que utilizan el cargo público para mostrar que sus instintos son más lucientes que sus neuronas.

El caso de esta mujer en cuestión nos lleva a pensar en dónde ha quedado la ética, la dignidad de mujer como para comportarse como una bataclana de leonocinio en lugar de ofrecer un ejemplo de comportamiento cívico.

Al margen de toda valoración subjetiva, resalta el hecho objetivo y contundente de que la mujer de marras se comportó con desprecio de toda normativa no sólo de tránsito sino de civismo. Al montarse a grupas de un individuo se asimiló al que maneja con un caniche toy saliendo por la ventanilla, con el agravante de que el can no suele ir bebido.
El decoro público y el civismo reclaman una satisfacción frente a este desmadre. ¿Cómo esperar ordenanzas decentes para el pueblo de parte de quien se muestra afecta a los bacanales rayanos en la orgía etílica?

Si acaso una pizca de responsabilidad y aprecio por su dignidad le queda a esta mujer, la conducta más responsable sería su renuncia. Asumir el cargo en estas condiciones y que sus pares mantengan el silencio sería lo mismo que aceptar que todos los ediles participan del espíritu chabacano, soez y arrabalero de esta “funcionaria”. Porque en estos casos sí, que “el que calla otorga”.-

 

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