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San Martín y la alegría de una noche helada en todo Tucumán menos en Ciudadela
A Estigarribia se le abrió el arco y el Santo sonríe con un triunfazo sufrido y a lo San Martín. El grito de De Muner, la clase de Tino Costa y el alma que vuelve al cuerpo de un pueblo cada día más ilusionado, son la postales de una noche hermosa en el estadio más caliente del país.
Hay quienes dicen que esta noche hace frío, que ha nevado en Tafí del Valle, en Raco, en San Javier. Que mañana cuando salgás a trabajar y todavía sea de noche vas a encontrar la vereda escarchada. Todo eso dicen, pero vos estás en cuero revoleando la remera con una mano y la cerveza en la otra. Es miércoles y el cuerpo lo sabe, matarías por estar en la Esquina del Santo esperando que salga el colectivo con los jugadores para treparte a la ventanilla y darle una abrazo a Estigarribia, a ese que venías puteando de lo lindo por todo lo que erra, pero que cuando la mete vale tres puntos, y ya son seis de los 17 los que te dio.
Corajudo como ninguno, se revienta a golpes contra los centrales, aguanta codazos, rodillazos, patas, topetazos, y también los pega. Peina hasta los ladrillos, y con los pies no es ningún gil, que tiene zurda y derecha para pivotear. Le faltaba el gol, es cierto. Había errado mucho, muchísimo, es verdad. Pero todo el resto del trabajo estaba perfecto. El trabajo sucio del roce con los defensores; y el limpio, de los piques al vacío, el desmarque y el asociarse con los compañeros.
Le faltaba el gol, es cierto, pero hoy le sobró: fueron dos golazos de goleador. Uno de cabeza de pique al suelo, como manda el manual, para terminar una jugada con 13 toques, cambio de frente y de ritmo y un centro perfecto: De Pellerano a Sansotre, de Sansotre a Imbert y de Imbert a Estigarribia.
Sigamos con el 9, gran figura de esta noche, que cabeceo otra vez y se fue cerca, que probó de derecha y también de zurda y casi moja, y al final la volvió a meter, aprovechando un centro de Sansotre que empalmó a lo Batistuta, o a lo Van Basten o, mejor aún, a lo Coya Gutiérrez que también los vacunó x2 a estos de Río Cuarto, obsecuentes de Chiqui Tapia como ningunos, pero eso es otro cantar.
Es otro cantar porque hoy se canta la Mona y Walter Salinas, se festeja con la roja y blanca y se duerme tarde, o no se duerme. Mañana se seguirá con la vida, con el laburo, con lo de siempre, pero mañana será otro día.
Hoy ganó el Santo, que podría haber ganado más fácil si golpeaba en el primer tiempo cuando los cordobeses bailaban al ritmo del toqueteo de Imbert y Tino Costa, ejes del medio campo que no perdía una pelota como parece gustarle a Guardiola De Muner, bielsista en su línea tres que aprendió del gran Roldán que lo trajo para estos pagos cuando tenía más pelo y unos kilos menos. Por entonces, todavía jugaba en el puesto de Pellerano que, como De Muner, corrige los errores de los compañeros, gana todos los cruces y ordena toda la defensa.
Sansotre y Diarte corazón y garra pura por las bandas, ¿Les falta resolver mejor en los últimos metros? Puede ser, te lo contesta Sansotre que participó de los dos goles. Más allá de eso, cumplieron una tarea tremenda, incansables hasta el final, marcando, metiendo, cuidando la pelota. ¿Qué más querés?
Ya sé, no te voy a hablar de esos primero 20 del segundo tiempo, cuando el equipo se pinchó de golpe, salió dormido, entregó la pelota, se cansó y vaya saber que más pasó en ese mal rato que coincidió con una levatada de Estudiantes y terminó en el empate: otro golazo, esta vez de ellos que también juegan. Un tal Adín definió como si fuera Estigarribia. Que se le va a hacer, cosas que pasan. Así es el fútbol.
Pero volvamos a lo nuestro, al estadio donde nunca hace frío porque hay calor para todos y sino preguntale a Tino Costa que jugó bajó el sol calcinante las Antillas y también en la nieve de Moscú, pero que eligió La Ciudadela para volver y quedarse porque no hay mejor lugar en el mundo, te lo puede decir él que jugó 12 ciudades de ocho países y no la cambia por nada.
Párrafo aparte para Gonzalo que tiene un pie afuera de Ciudadela y que no se destacó hoy y de hecho fue sustituido, pero como se va a extrañar esa camiseta 7 empapada al final de cada uno de sus 200 partidos que se cumplieron. Empapada con sudor de esfuerzo, con lágrimas de dolor y con sangre roja y blanca. Gracias Gonzalo, ya habrá tiempo para despedirte como te lo merecés.
Bien los cambios también, Vella, Chavés y hasta Sandona que sacó las que tenía que sacar. Arce siempre seguro, atajando dos buenas y descolgando cada bocha que cruza el área. Con los pies como siempre: impecable.
Para que te voy a decir que estás cuarto y que los de arriba tiemblan, te ven acercarse y lloran, piensa: “Uh otra vez estos que te llevan puesto”. Tambalean, míralo a Tigre que se comió 4 en Santiago y a Atlanta que se salvó de perder de local. Mejor no los mirés, que te miren ellos a vos: te tiene un terror.
Pero ya está, no te jodo más, se hace tarde y querés terminar de leer para tomarte otro vasito antes de acostarte. La garganta necesita un poco de líquido para aliviar ese raspón que te quedó con el grito del final, como el de De Muner mirando a la platea: ¡Vaaaaaamo lo Saaaantoooo!. No te hablo más, te dejo tranquilo con los dos golazos que te los pongo abajo para que los vuelvas a ver. Nos encontramos en siete días en Temperley. Mientras tanto, seguiremos soñando.