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Casa Rosada sufre la unidad del Frente de Todos entre disidencias y sospechas

La primera semana de mayo en Balcarce 50 pasó muy rápido por la intensa velocidad de los acontecimientos. Alberto Fernández decidió no esperar y luego de reunirse con el titular de la Cámara baja, Sergio Massa, tomó juramento al reemplazante del fallecido Mario Meoni, nos referimos a Alexis Guerrera, hombre del Frente Renovador, igual que su antecesor, quien estaba al frente de Trenes Argentinos Infraestructura.

En la pequeña rueda de prensa que dio en el Museo del Bicentenario de Casa Rosada a los periodistas acreditados, el flamante integrante del Gabinete nacional dijo las palabras que el kirchnerismo no pasó por alto: «no vamos por el camino de la estatización» de la Hidrovía Paraná-Paraguay. El brazo duro del denominado «Cristinismo» se pronunció a través de la titular de Madres de Plaza de Mayo, Hebe de Bonafini y la ex embajadora en Venezuela y el Reino Unido, Alicia Castro. Obviamente repudiaron su idea de privatizar el corredor marítimo que dejaría unos 200 millones de dólares de ganancias al año.

El encontronazo se sumó al que el ministro Martín Guzmán, brazo del pequeño «Albertismo», tuvo con Federico Basualdo, subsecretario de Energía Eléctrica y dirigente ligado a la vicepresidenta. En ese caso la puja tuvo que ver con la idea de aumentar las tarifas de la luz, algo que en este año electoral es visto por las huestes del Instituto Patria como una medida que restará votos al golpeado Frente de Todos.

Es tanta la desconfianza entre las patas integrantes de la alianza gobernante que casi nadie se atreve a hablar públicamente de estos temas escabrosos, y cuando lo hacen en off, se auditan entre altos funcionarios de las distintas fuerzas de la coalición con sus erráticos y arrogantes prenseros y voceros que no vocean. Sobre la renuncia que no fue de Basualdo, se dijo en un despacho de la sede gubernamental, «es una pelea entre economistas que tendrán que resolver ellos». De todos modos, el 9 por ciento de aumento eléctrico se impuso y las caras del camporismo no disimularon su ira.

Se dieron calurosas discusiones entre los integrantes de la fórmula que asumió el 10 de diciembre de 2019, pero forzosamente hubo que evitar la unidad que propone el espanto borgeano y da esperanzas a los halcones y palomas de Juntos por el Cambio. Así se organizó la foto que el propio Jefe de Estado proclamó como la que demuestra que están todos en el mismo barco a la hora de administrar la pandemia y potenciar el clima beligerante con la Corte Suprema de Justicia y la oposición.

La idea de que el gobernador bonaerense Axel Kicillof, discurseara en lugar de su jefa política, que lo miraba con oído atento desde el escenario, y Fernández en nombre de ella y resguardando al massismo de sus propias y prestadas palabras, hizo que la centralidad mediática volviera sobre la ex mandataria, y no sobre la extensa y forzada combatividad de quien fuera ungido como candidato, y más tarde máximo responsable del Poder Ejecutivo.

El fuera de escena hizo volver el rigor endurecido a los rostros embarbijados y la necesidad de salir rápido de esas inclemencias que requiere el Poder cuando hay debilidad y es preciso anteponer, al menos por un rato, la escena de una tropa alineada a un rejunte de diferencias.

Mientras se pergeñaba el viaje presidencial a Europa y el mandatario comía un asado con los caciques de la Confederación General del Trabajo (CGT) para negociar el nombre de quién ocupará la Superintendencia de Servicios de Salud luego de la muerte de su último responsable, Eugenio Zanarini, el Ministerio de Economía, junto al de Desarrollo Social y Desarrollo Productivo, hacía números para que el jefe de Estado dejara una batería de medidas para ampliar la asistencia social en el país que tiene 19 millones de pobres, y varios más que va sumando la imparable inflación que crece con cada remarcación de precios.

Mientras Alberto Fernández anunciaba frente a líderes de organizaciones sociales, sacerdotes, sindicalistas, empresarios, y otros sectores, los paliativos estatales antes de subir con su  comitiva al avión, el ministro del Interior Eduardo de Pedro y Sergio Massa sellaban en el Salón de los Escudos el proyecto de ley consensuado con los opositores de Cambiemos, para postergar las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias y las elecciones generales por cinco semanas. La primera, el 12 de septiembre, y las segundas el 14 de noviembre. El próximo miércoles 12 de mayo ingresa para ser tratado en un plenario de comisiones del Congreso nacional.

Por su parte, Guzmán se dio el gusto de criticar el esquema de subsidios de los gobiernos de Cristina Kirchner, observado de reojo por quienes celebran los límites que la titular del Senado le pone a sus negociaciones con el Fondo Monetarios Internacional. Excusa para realizar la gira que Fernández inicia este sábado por Portugal, España, Francia, Italia y el Estado Vaticano, para reencontrarse con Jorge Bergoglio, en su rol del Papa Francisco, y recibir de él las bendiciones, que habrá que ver si el organismo financiero internacional escucha y tiene piedad con respecto a los pagos de deuda que la Argentina tiene que hacer con sus correspondientes intereses, por 44.000 millones de dólares que solicitó la fracasada administración de Mauricio Macri.

Esas jornadas fuera del país, le darán a Alberto Fernández una semana de aire antes de empezar a ver de qué manera encara los últimos cinco días previos al vencimiento de su último DNU de restricciones sanitarias, a la atenta espera de que los bloques oficialistas logren aprobar el proyecto que ya envió al Parlamento para tomar decisiones sin tener que enfrentar instancias judiciales y críticas hacia su récords de decretos firmados desde que asumió en el principal cargo institucional de la República Argentina, que le resulta cada vez menos placentera.

Juan Pablo Peralta, periodista acreditado permanente en Casa Rosada y el Parlamento nacional argentino para FM Concierto 105.5

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