En busca de protagonismo, Fernández jugó contra Milei la carta que menos le conviene a Massa
“Sergio es su propio jefe de campaña, de asesores y de prensa”, afirmó enfáticamente un hombre que camina los pasillos del Palacio de Hacienda, al ser consultado sobre por qué Alberto Fernández y su entorno quedaron totalmente relegados de cualquier tipo de acción y gestión gubernamental desde la Rosada.
La figura del tigrense representa, al menos hasta el 22 de octubre –o un eventual 19 de noviembre si entra en la segunda vuelta- una suerte de Casa de Gobierno ambulante sin domicilio en Balcarce 50. El búnker de la calle Bartolomé Mitre al 300 denota el mismo criterio “sergiocentrista” con respecto a las decisiones electorales y de gobierno. Vale decir que igual, todo se consulta con el principal despacho del Senado y el Instituto Patria.
El jefe de Estado, en el ocaso de un mandato que lo tendrá alejado del poder real hasta el 10 de diciembre, casi no tuvo actividad el fin de semana pasado, más que publicar algunos tuits desde su cuenta personal de X donde se refirió al tema de Oriente Medio; al envío de aviones para repatriar argentinos en Israel, y la aprobación de un Plan de Ciencia y Tecnología en el Parlamento.
El lunes, la pequeña bandera que flamea en el ingreso de la sede del Ejecutivo cuando el presidente se encuentra en la Casa estuvo varias horas colgada, pero no hubo ninguna información sobre qué hizo el tiempo que estuvo en su despacho, o en alguna de esas inesperadas, intempestivas e intermitentes salidas que hace rumbo a Puerto Madero para volver sorprendiendo a sus propios edecanes.
Al día siguiente, Fernández iba a realizar una recorrida en obras de entubamiento en la localidad bonaerense de Florencio Varela, pero de repente todo se canceló. Lo poco que se le pudo extraer a su equipo de comunicación fue que, en teoría, el evento se cruzaba con el horario de salida de la primera aeronave con destino en Tel Aviv que iba a traer al país al primer grupo de argentinos desde la zona de conflicto con la Franja de Gaza. Lo extraño era que Alberto F. no iba a participar de la partida desde El Palomar, ni mucho menos.
Por esas horas, el dólar blue ya rompía la barrera psicológica de los $1000 y Massa se atajaba echando culpas a Javier Milei por haber aconsejado -en una entrevista- que los ahorristas no renovaran sus plazos fijos en pesos.
La necesidad, pero no la efectividad, llevó al titular de Hacienda a montar nuevos operativos y allanamientos en “cuevas” y otras entidades financieras con el fin de que fueran reproducidas por las señales de noticias que poco antes mostraban los carteles en comercios con cotizaciones de la moneda estadounidense al rojo vivo.
A estas medidas se sumó la unificación del dólar ‘solidario’, ‘turista’ y ‘tarjeta’ en $731. Otra devaluación parcial de entre 10% y 14%. Una resolución que perjudica a los que pueden comprar los u$s200 mensuales que permite el cepo -cada vez más acotadamente- y a los que compran con plásticos en moneda extranjera. La iniciativa también produce aumentos en las plataformas de streaming, música y servicios informáticos, entre otros.
El ministro de Economía había apuntado contra “especuladores” sin personificarlos en sus rivales políticos.
En el corte semanal, y otra vez sin agenda laboral -al igual que todos sus ministros- Fernández presentó una denuncia penal en los tribunales de Comodoro Py contra Javier Milei; su candidato a alcalde porteño, Ramito Marra y Agustín Romo, quien apuesta a una diputación provincial para La Libertad Avanza. La misma cayó en el juzgado 1 presidido por la jueza María Servini.
Las quejas desde el edificio de enfrente a la Casa Rosada, ubicado en Yrigoyen 250 (sede de Economía) no se hicieron esperar. Los massistas duros vieron lo actuado por el presidente como una innecesaria sobreactuación que victimiza a ese sector opositor. La lectura que hizo uno de ellos es que “con lo devaluado que está Alberto, que se corte solo con estas cosas le da más vuelo a Peluca”, como lo califican en las huestes del “sergismo”.
La “Garganta Profunda” le manifestó a este periodista que “eso va contra la estrategia de Massa. Él prefiere darle por el lado de la locura que tiene y las propuestas delirantes que hace, pero no con estas pavadas jurídicas”.
Eso quedó demostrado cuando poco después, el propio ministro propuso (en un reportaje) que en caso de haber segunda vuelta -y él fuera el contrincante del libertario- tres universidades se encargaran de hacer evaluaciones psicológicas y psiquiátricas a los candidatos. Tampoco dudó en poner sobre la mesa, a la hora de justificar la propuesta, el alcoholismo del dictador Leopoldo Fortunato Galtieri.
Más enojados se pusieron en el búnker del massismo cuando se enteraron que Milei y Marra convocaban a una conferencia de prensa –que salió en cadena nacional- para responder a las acusaciones del primer mandatario.
En la improvisada rueda de prensa, el presidenciable de LLA señaló que Fernández “está intentando proscribir a la fuerza política más votada”. En Economía se agarraban la cabeza y los albertistas, ya casi con un pie en el avión que los llevaría otra vez a China, sentían los palos y piedras que provenían de la tropa del titular de Economía.
Finalmente llegó la hora de conocer el IPC del pasado mes de septiembre, que dio más alto de lo que predecían las consultoras privadas. Para el INDEC fue de 12,7 por ciento, con un interanual de 138,3%, acumulando en los nueve meses de este 2023, nada más y nada menos que 103,2%. Lo único que le quedó por hacer al BCRA -con el fin de evitar más salida de pesos de los bancos- fue subir la tasa de interés al 133% anual. Una iniciativa que no garantiza que el 23 de octubre se vuelva a devaluar y la medida quede nuevamente muy rezagada.
Con los escombros de varias jornadas que parecieron una eternidad -y en la que los argentinos revivimos en horas aquella película de 1982: “El año que vivimos en peligro”– el titular del Ejecutivo se montó en el ARG-01 con su costosa delegación de casi 50 personas (oculta como siempre en cuatro o cinco nombres de funcionarios del riñón albertista), para recién volver el 20 de octubre, poco antes de los comicios generales.
El uso que hizo Fernández de la capacidad de daño que le queda contra el candidato de Unión por la Patria –al que sólo alaba en público- y que hizo un gran favor al mileísmo, detonó que hubiera dos bajas de último momento en el enorme grupo que se fue a la nueva excursión al gigante asiático.
El canciller Santiago Cafiero usó como pretexto su dedicación a coordinar la evacuación de compatriotas en la zona de guerra israelí. Por su parte, la vocera Gabriela Cerruti envió a su segunda, Roxana Barone, para evitar escuchar cuestionamientos de su jefe, a quien objetó ante un Massa enfurecido luego de la presentación judicial inconsulta del presidente.
En las galerías rosadas no faltó el que minimizó las deserciones y calificó lo acontecido como una estrategia conjunta para polarizar con los libertarios y perjudicar a Patricia Bullrich, a quien varios oficialistas ven fuera del balotaje, aunque lo hacen con encuestas –que como todas- son de dudosa credibilidad.
El costoso tour a China intenta ser justificado con el argumento de ir en busca de más líneas de swaps y financiación por parte del Banco de Desarrollo de los BRICS, a cargo de la ex presidenta de Brasil, Dilma Rousseff. La entidad perteneciente al bloque al que la Argentina se integró junto a Irán, Arabia Saudita, Egipto, Etiopía y los Emiratos Árabes Unidos, hasta ahora no otorgó fondos que colaboren en la mejoría del saldo negativo que tienen las reservas del Banco Central.
La Cumbre de Jefes de Estado convocada por Xi Jinping quizá sea uno de los últimos viajes de un presidente que culmina su administración en una de las situaciones más anómalas de la historia argentina. Manteniendo los atributos del cargo, pero bajo el más absoluto repudio de sus ex socios del Frente de Todos, incluyendo a varios de los que le fueron fieles laderos hasta hace poco.
Esos mismos -que a semanas de la elección- prefieren mover la cola frente a Sergio Massa y su influyente madrina, Cristina Kirchner- en busca del calor de una potencial oposición fuerte que los aleje de este distópico final de ciclo.
Juan Pablo Peralta, periodista acreditado permanente en Casa Rosada y el Parlamento de la República Argentina.