Rocío terminó en manos de quienes la asesinaron por decisión de la justicia
La muerte de Rocío Rojas, la niña de 4 años que desapareció el jueves al mediodía en un asentamiento de La Reducción y cuyo cuerpo se busca desde que uno de los sospechosos se quebró cuando lo detuvieron el viernes, fue el triste final de una corta vida signada por el horror y la desidia.
La menor fue separada de sus padres biológicos por la justicia, que en 2019 determinó que su madre no era apta para cuidarla, ya que sufría problemas de adicción y la sometía a malos tratos. Su padre ya estaba preso, acusado de violar a otras dos hijas suyas.
Un juez, cuyo nombre por ahora no trascendió, decidió que Rocío quedara al cuidado de su madrina, María Carolina Graneros. La mujer es hoy una de las personas detenidas, acusada de haber tomado parte en la oscura serie de acciones que terminaron con la muerte de la nena.
En pocas palabras, la justicia puso a la niña en manos de quienes hoy están acusados de haberla asesinado y enterrado en algún lugar cercano al asentamiento en el que viven, pese a que existe todo un mecanismo que debería servir justamente para garantizar el bienestar de los menores rescatados del maltrato familiar.
Ese mecanismo lo aplica la Dirección de Niñez, Adolescencia y Familia, que debe encargarse de investigar si el grupo familiar de destino es apto para hacerse cargo de semejante responsabilidad, y luego tiene que realizar un seguimiento de la situación.
Hoy, sin poder conocer los informes de la Dinaf, se cree que quienes debían supervisar la situación de Rocío y su hermanito, también al cuidado de estas personas, no sabían siquiera que el grupo se había mudado a La Chabela, el asentamiento sin agua corriente en el que se desencadenó la tragedia.
Cuando comenzó la búsqueda de Rocío, los investigadores se dieron con testimonios escalofriantes de los vecinos, quienes describieron una espantosa situación familiar en torno a la menor, que convivía con la madrina, su concubino, Hernán Edgardo Caro, la hija de ambos y la pareja de esta, Mauro Leonel Véliz.
Según el aporte de un testigo considerado clave, en el barrio corrían rumores de que Caro abusaba de la niña. Esto fue respaldado por una vecina que dijo que a Rocío se le transfiguraba el rostro de terror cuando lo veía. Así surgió la hipótesis de que el sujeto habría sido sorprendido por sus familiares y que eso desencadenó el terrible desenlace.
A partir de esta idea, la sospecha de los investigadores es que la niña habría sido asesinada el miércoles, por la tarde o la noche, y que trataron primero de quemar y luego enterrar sus restos cerca del río Colorado, por donde testigos vieron a dos de los sospechosos transitar en moto. Con estos elementos fue que se detuvo a la madrina, a Caro y a Véliz.
Así se resume la breve y trágica vida de una niña que, cuando fue separada de su madre por maltratos, terminó en el seno de un grupo familiar donde fue abusada y finalmente asesinada. Un caso que seguramente, más allá del desenlace judicial, tiene muchos culpables que nunca vieron siquiera el rostro de su víctima.