Un avión entre la estupidez y la complicidad
La aeronave se quedó en Ezeiza porque no tiene combustible. Solo por eso. Si hubiera contado con el combustible necesario, ya no estaría aquí, donde aterrizó todas las veces quiso
Las opciones no son muchas: o existieron dosis desmesuradas de torpeza e ineptitud por parte del gobierno argentino o hay una enorme complicidad con los gobiernos de Venezuela e Irán. Tal es la única conclusión posible del caso del enorme avión (un Jumbo 747 en su versión más moderna) que recorrió la Argentina del derecho y del revés, que aterrizó tres veces en aeropuertos locales y que no pudo irse porque simplemente no tenía combustible. Solo una denuncia judicial de la oposición, luego de que el avión fuera detectado por aficionados de la aviación en Córdoba, retuvo en Buenos Aires a la máquina y su tripulación. El hecho podría parecerse a la estupidez de una policía vencida por los ladrones, pero el caso se parece más a un drama que a una comedia. Los gobiernos kirchneristas han tenido -y tienen- una relación especial con los regímenes autocráticos que gobiernan en Irán y Venezuela. La Argentina de Cristina Kirchner llegó a firmar un memorándum de entendimiento con Irán para esclarecer el criminal atentado a la AMIA de 1994, cuando es Irán el acusado por la justicia argentina de ser el culpable de aquella masacre. Imposible encontrar en la historia un disparate jurídico y diplomático de parecido tamaño. El actual presidente argentino estuvo defendiendo al dictatorial gobierno de Venezuela hasta la semana última, en la Cumbre de las Américas en Los Ángeles, justo en los mismos días en que Nicolás Maduro se reunía en Teherán con el presidente de Irán, Ebrahim Raisi. Luego, Maduro escribió empalagosos tuit de elogios sobre el jerarca iraní. Esos son los hechos objetivos que enmarcan el affaire del avión, que el Gobierno no puede explicar sin caer en sucesivas contradicciones.
La primera pregunta consiste en averiguar por qué nadie se sorprendió en la Argentina cuando una avión de carga llevaba 19 personas como tripulantes cuando esa clase de aeronaves necesitan solo 6 o 7 tripulantes. El piloto del avión es Gholamreza Ghasemi. Ese nombra figura entre los integrantes de la Fuerza Al-Quds, el brazo armado de la Guardia Revolucionaria Islámica de Irán, una poderosa organización que controla la política y la economía internas del país persa. El Ejército iraní solo se ocupa de cuidar las fronteras de Irán. La Guardia Revolucionaria es considerada un grupo terrorista por los gobiernos de Bahréin, de Arabia Saudita y de los Estados Unidos. ¿Es el Ghasemi de Al-Quds, vinculado también con el tráfico de armas, la misma persona del avión o este es un homónimo? La diplomacia norteamericana en la Argentina se limitó a decir que está siguiendo con atención las investigaciones de la Justicia argentina, pero otras fuentes diplomáticas no dudaron en afirmar que el Ghasemi del avión es el mismo Ghasemi de Al-Quds. Si así fuera, ¿qué hacía un funcionario de una organización destinada a controlar la seguridad iraní al frente de un avión que andaba repartiendo cigarrillos y autopartes en el sur de América? El periodista Hugo Alconada Mon se preguntó este martes, en una nota publicada en LA NACION, qué hicieron esos tripulantes iraníes y venezolanos en un fin de semana en Ciudad del Este, donde fueron a buscar una carga de cigarrillos. El presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits, entidad que es querellante en la causa que investiga al avión, recordó en su denuncia judicial que la localidad paraguaya de Ciudad de Este es considerada por organizaciones internacionales como un lugar de refugio para células de Hezbollah, el grupo libanés financiado por Irán y acusado por la Justicia argentina de haber sido el autor material del atentado a la AMIA. Lo cierto es que el gobierno paraguayo tomó nota en el acto de la condición sospechosa del avión y despidió a los funcionarios que habían permitido su aterrizaje en Ciudad del Este. Luego, Paraguay le negó al avión el acceso a su espacio aéreo, cuando este intentó volver a ese país para cargar combustible. Antes, también trató de descender en Montevideo con el mismo propósito, pero las autoridades uruguayas, alertadas por Paraguay, también le prohibieron el ingreso a su espacio aéreo.
Mientras tanto, el avión venezolano aterrizó tres veces en la Argentina: dos veces en Ezeiza y una en Córdoba, en esta ciudad en un día en que la niebla impedía el descenso en Ezeiza. El avión fue vendido por Irán a Venezuela en enero pasado. Las empresas que controlan el avión, tanto en Venezuela como en Irán (que conserva el seguro sobre la nave), están sancionadas por el gobierno de los Estados Unidos. No es el avión el que está sancionado, como se dijo erróneamente, sino las empresas que controlan o contralaron la aeronave, aunque también puede deducirse que es lo mismo: el avión tiene prohibido volar en el espacio aéreo norteamericano porque están inhabilitadas sus empresas propietarias.
El segundo misterio refiere a la recurrencia de la tripulación en desactivar el “trasponder”, que es el dispositivo de identificación que llevan los aviones y que permite que sean rastreados por las torres de control. La tripulación lo desactivó cuando salió de Ciudad del Este con una carga de cigarrillos con rumbo, supuestamente, a Aruba, aunque nunca se supo si ese vuelo finalizó realmente en Aruba o en otro lugar. Según la denuncia de Knoblovits, la tripulación hizo lo mismo cuando despegó de Córdoba con rumbo a Ezeiza. ¿Por qué desactivó el trasponer para un vuelo tan corto, como es el que une Córdoba con Buenos Aires? Misterio. Nadie sabe nada.
El gobierno argentino, según lo confirmó el ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, sabía desde el lunes 6 de junio que ese avión estaba lleno de advertencias. El aviso le llegó desde Paraguay, pero los funcionarios locales no hicieron nada durante dos días. Ni la policía aeroportuaria ni la Policía Federal ni la Justicia se enteraron de su presencia. El miércoles pasado, en Ezeiza le permitieron al avión partir hacía Uruguay para que se reabasteciera de combustible, porque YPF se negó a venderle nafta. Nadie sabe tampoco por qué la empresa petrolera estatal argentina tomó esa decisión y no se la transmitió a otros organismos del Estado para que le advirtieran a Uruguay. Ese fue el momento en que el gobierno de Montevideo le ordenó al avión que no aterrizara en el aeropuerto de Carrasco. El avión regresó a Ezeiza. ¿Qué dice ahora el gobierno de Luis Lacalle Pou luego de que la Argentina dejara volar hacia Montevideo un avión tan lleno de cruciales enigmas? Silencio, por ahora.
Es cierto que el avión aterrizó en Ezeiza con una carga de autopartes para la industria automotriz. A la empresa venezolana de aviones de carga la contrató una empresa argentina de autopartes. No intervino en ese contrato ninguna de las grandes firmas automotrices radicadas en el país, como se denunció erróneamente al principio. La pregunta que corresponde hacer es si esos vuelos de carga reales no son, en rigor, una tapadera para otras misiones iraníes en la región, con la cobertura de Venezuela. Dirigentes de la DAIA señalaron como una “versión naif de la historia” las declaraciones del jefe del servicio de inteligencia argentino, Agustín Rossi, en las que este dedujo que los iraníes son simples instructores de vuelo de los venezolanos. El juez de Lomas de Zamora, Federico Villena, a cargo de la investigación, fue acusado hace poco de lavado de dinero porque compró una casa con un precio subvaluado; también argumentó préstamos de personas que no podían prestarle esa cantidad de dinero. La fiscal de la causa del avión, Cecilia Incardona, señaló ayer que está “impulsando la investigación para establecer si hubo vínculos de las personas que integran la tripulación con un eventual hecho criminal”. No abundó en más detalles porque la causa está bajo secreto del sumario. Otras fuentes judiciales agregaron que esta causa es una investigación que empezó de cero. “Hay que reconstruir todo. No había nada. Nadie aportó nada”, dijeron. La DAIA evaluó que, hasta ahora, la gestión de Villena y de Incardona es correcta, a pesar de que comenzaron subestimando los acontecimientos.